Confieso que redundo en palabras que una vez fueron susurradas claramente a mi oído.
Una vez…cuando realmente pedí ver la realidad, cuando me animé a confiar, cuando me aferré a la fe.
Descubrí, por aquél entonces, que lo mágico no se encuentra tan lejos de nosotros, tan sólo
hemos estado mirando lejos.
Finalmente, para nosotros, nosotros somos todo lo que existe, pues si yo no existo, deja de existir el mundo y todo lo que por él está contenido, todos mueren para mí, el mundo deja de existir.
¿Y yo? ¿Yo puedo acaso morir? Las constantes preguntas me llevaban a una mas amplia magnitud de dudas;
cuánto más respondía mis cuestionamientos, sentía que menos sabía.
El mundo se me presentó mágico en toda forma que lleva vida dentro, pues, si yo soy tan importante para mí ¿cómo puedo aplastar a una mosca con el dedo? ¿Es que yo tengo más derecho a vivir? ¿Quién decide algo así? ¿Me corresponde a mi tal potestad?
Mi racionalidad se impuso a mis sentimientos, literalmente dejé de sentir. Me convertí en un frío robot que todo lo pasaba por la balanza, cada actitud, cada hecho. Siempre, siempre con la máscara.
Y, entonces el mundo se volvió realmente aburrido, ya nada me asombraba, porque, por más que buscaba, cada vez me sentía más vacía. Entonces, pues, debí concluir, que sólo a través de los ojos del amor el mundo vuelve a vivir, nos “idiotizamos” sí, pero ¡Que hermoso se siente ser irracionales! Pero, era demasiado tarde para mí.
Renuncié al mundo, a vivir, a mí. Ya no quedaba resquicio de fe de que lo que he soñado pudiese existir.
Ya nada material cobraba sentido para mí, era una esencia contenida dentro de un cuerpo, que perseguía un fantasma que siempre conseguía disparar de si mismo. Un recuerdo que siempre permanece inmanente en mí.
Hoy, todo el caos vuelve a surgir. Muerta en vida, “viví”. En el silencio creía morir, y hallar lo verdadero en mí, aquello que ya había estado allí, pero ya no podía perseguir.
Si debía amar, amaría sin sentido, por que ese amor ha existido siempre aquí. Si jamás le encuentro seguiré viviendo con esperanza y fe, esperando un día contemplar el espejo de sus ojos. Amaré sin condiciones ni tiempo, sin sentido, y sin pedidos. Amaré, simplemente, por que lo siento así.
Quizás, el viento, un día, le susurre de mí, y, él me adivine aquí, como yo le adivino allí.
:Tati:. MAIKA.
No hay comentarios:
Publicar un comentario