MEMORIAS Y ECLIPSES

martes, 26 de febrero de 2008

Primer Encuentro


Trataba de escapar de nuevo, (sin duda) aún cuando aquello que desvirtuaba la cotidianidad y quebraba los quehaceres mundanos era una nueva rutina, a tal punto, que mis silencios hablaban por mí en aquél lugar. Un sencillo ademán, una mirada, y pronto vendrían los ya comunes suplementos, que llevaban a mis noches de la mano.

Había abandonado ya el lugar de la “gran rutina” con un cierto afán, dejando olvidado el paraguas y una bebida que recién había comprado. En mi cabeza no había nada, o… quizás demasiado, en todo caso, todo resultaba confuso, aún para mi propio entendimiento. Era hastío, debía ser, tal vez cansancio y de seguro…ganas de un poco de soledad.

Por eso estaba allí ahora, luego de una breve llamada, la cual dictaminaría los momentos por venir, y el florecer de los tiempos, todavía en medio de las sombras.

El oscuro recinto me dio la bienvenida,- los arpegios parecieron inclinarse sobre mí para envolverme por completo -otorgándome el consuelo de una fuga bien lograda (“no habré de pensar en demasía”) aunque… sentí el endeble llamado de mi libreta invitándome a ceder.

-Hola Martha- fueron mis palabras, las cuales se acompañaron con un simple ademán, un posterior apretón de manos bien espontáneo y un roce de labios y mejillas;- gesto que había adquirido su valor en unas cuantas miradas y la nunca mencionada complicidad entre el individuo de la libreta apostado cerca del rincón y la directora de las notas musicales que muchas veces alentaban su pluma. Las lagrimas del dragón, el alarido rebelde, y algunas otras cosas; casi siempre estaban para mi.

No pedí nada, pues como ya lo mencioné; hablaban aquí mis silencios, y así, pronto descubrí ante mi una bebida y un rustico cenicero, -seguramente testigo de demasiadas noches, demasiadas… historias. Para mi; era común el recibir aquellas cosas en la barra, retirarme entonces hacia un lugar en la penumbra…

Martha intercambiaba palabras con alguien…al tiempo que hablaba silencios conmigo, y así, mis ojos fueron a buscar a su interlocutora, quién pronto y con tono admirado exclamo -¡oye! ¡Mira a aquél! – Invitándome a girar la cabeza y descubrir con la mirada, el espectáculo un tanto risible de un individuo que pasado de tragos; cantaba y se mecía invadido por los sórdidos estruendos de una guitarra agonizante. Pronto… volví la mirada a aquellos ojos. Y con nada más que un endeble movimiento de cejas, confirme que había visto e interpretado la escena de aquél hombre. Ella agrego: -"cada loco con su tema"…

Yo, guardé silencio,

No habrían transcurrido más de un minuto y medio, quizá dos, desde que yo había cruzado bajo el dintel de la puerta hasta ese momento. Demasiado tiempo, antes de la habitual escena en la que yo atravesaba la penumbra y buscaba refugio en un rincón pero… esta vez… no lo hice.

¿Se va sentar aquí?- preguntó Martha con timbre de voz un tanto…extrañado.
-Si, si, hoy me quedo aquí- aseguré.

“Deseo escuchar una canción” dijo aquella extraña; dos puestos a mi izquierda.

-Martha, deseo oír una canción!- repitió ella; Intentando llamar la atención de nuestra amable pero también explosiva anfitriona .Recuerdo que su solicitud fue un tema de “ Led Zepellin”, a lo cual, Martha asintió.

Entre tanto, el embriagado sujeto continuaba con su pantomima, y pronto, se convertiría en el motivo para extender la palabra entre quienes estábamos dispuestos en torno a la barra. Había pues; escapado de la noche, más aún, había logrado evadir la inexorable cita con las letras, quizá ¡Había triunfado.

Entrelazando palabras transcurrían los minutos; algunas de aquellas sin demasiada sensatez y sin lugar a dudas, huérfanas de trascendencias, pero… colmadas de espontaneidad y una sencillez que podría describir como transparente.
Dos, quizás tres cigarrillos yacían ahora en el lóbrego cenicero, y… Ella dijo –¿puedo tomar un cigarro?- o algo así.

Sin percatarme (hasta ese instante); yo fumaba, y no había ofrecido ni tan sólo un cigarrillo a mí ahora grata interlocutora. (Me percaté de nuevo de lo que podría llamar “estupidez social” y de la cuál yo parecía “monarca”) -Por supuesto- agregué, ofreciendo la albina cajetilla de cigarrillos de los cuales tomó uno, que yo; procedí a encender.

La noche, de la cual huía; empezaba a parecer “insuficiente”.

-¿Vives por aquí?- ¿Vienes seguido a este lugar?- ¿Por qué vienes?- Esas y muchas más de las preguntas habituales devoraron con afán los minutos, así… sus respuestas.

Una canción retumbó; un tema de los años setenta, bien sórdido por demás, el cual animó a mi compañera a expresarse con vívida euforia. Moviendo los hombros, tarareando, y dejando en el aire algunas interjecciones… jubilosas. Yo; un tanto desconcertado, asentí a sus expresiones con un movimiento de cabeza y una endeble sonrisa.

-¡Ah! mira la hora que es? – dijo al terminar su “éxtasis musical”, luego agregó: -Yo esperaba a Charlie … Ya no llegó, yo… me voy.

Charlie?, como habría yo de saber de quién me hablaba! Pensé (fuere quien fuere, menos mal no llegó)

-Te irás?- Pensé. -He disfrutado este momento- Pensé. –Me gustaría seguir viendo tus ojos- pensé.

Luego…

-Tú, hasta que hora estarás acá?- ¿Qué vas a hacer? -o…me acompañas? Preguntó en un instante. Luego replicó -Iré a otro lugar-.

Muchas cosas abordaron mi cabeza, como una ola de ideas reventando en los acantilados de mi propia incertidumbre; -Eh!.. hmm... (Mis respuestas truncarían la noche, no las dejaría escapar de mis labios)

-Te llevaré a otros lugares, para que conozcas, ¡vamos!- Y se puso de pie.

-¿Qué dices Martha?-pregunté, como asentando mis responsabilidades y el peso de aquel destino sobre ella; como… arrojando una moneda al aire esperando una respuesta, y en verdad, con ganas de oír una en particular.

En fin, Salí del bar…
Acompañado, no sin antes tomar un momento y decir. –Por cierto , mi nombre es Eduardo...

-Ah! Yo soy Claudia. Y pareció que nos conocíamos de hace tiempo y aquella escena no correspondía… (Puedo reír pensando es eso).

Caminamos por las céntricas calles, aún preguntando mutuamente, conociéndonos supongo. Tan distraídos estábamos, que pasamos de largo nuestro destino; y, lo hicimos riendo.

Retomamos nuestro curso.

Un bar, -No!, … no me siento a gusto aquí…

Otro,- Quedémonos aquí! Escucharemos cada canción que deseemos-. Yo, escuchaba.

Saludamos, tomamos asiento y pedimos un par de cervezas. Y las canciones sonaron: una , dos , cinco…. diez alternadamente según nuestra petición (Hasta repetir aquella canción de los años 70`). Todo era parte de aquel “conoce mi mundo” que envolvía nuestro momento. - ¿Si ves? Valió la pena venir conmigo! … o no?, me dijo; estando segura de conocer la respuesta. Respondí con una sonrisa.

-Lo dudaste , ¿cierto?-

…No soy demasiado… dado a socializar de esta forma-, repliqué, casi anudando mis palabras.

-¿Qué te hizo decir “si”? me preguntó (deleitándose en su razón)

-Tus ojos-, dije con delatora prontitud (Ya tenia esa respuesta desde hacia buen rato, para mi)

-¿Mis ojos?- dijo mientras acercaba su rostro hacia el mío, deteniéndose a escasos centímetros; Exponiendo sus brillantes esferas para mi deleite, jugaba, pero afortunadamente la penumbra del lugar servía de escondite y cómplice de cualquier rubor que asomare y me pudiese delatar.

-Tus ojos brillan …como…Me brindan confianza. Brillan.

Sonrió dulcemente (sonreíste dulcemente) y pareció que más brillo adquirieron aquellos inefables.

Se levantó y bailó, sin quitar su mirada mis ojos, y pestañeó a fin de mantenerme aún hipnotizado. Yo callaba, complacido.

… Y un par de horas más….

Y en aquel tiempo, llegó Alexandra, quien resultaría una nueva maravilla , un tanto seria, quizá precavida y hasta desconfiada pero sin duda alguna; apreciable. No tuve entonces demasiado tiempo para compartir con ella; y tampoco excesivo interés, pues ya estaba disfrutando la noche plenamente.

¡Vamos! te llevaré a otros lugares...dijo Claudia,

Pero rayaba entonces el principio de un nuevo día y aquel destino era incierto y por cierto… lejano.

No asentí a aquella propuesta (¿debí hacerlo?)(Oh, quizá)

La noche tenía aún demasiado por ofrecer; con aquella personalidad abrumadora…

Y así, llegó la hora de despedirse.
-¿Me llamarás verdad?... -¿Me llamas en un rato, vale? … te contaré en donde estoy...-donde quisiera que también estuvieras- Dijo riendo un tanto, mientras sus ojos brillaban aún mas. Luego agregó: y luego, cualquiera de estos días, hablamos de nuevo, si?
porque esta no será la única vez que nos veamos, cierto?- (me encanto escuchar eso)
-Claro que no, espero que esta no sea... la única vez- Repuse - llamaré.
-Si- (que más podría decir yo)
-Nos vemos de nuevo, si? repitió.
-Seguro- asentí aún.

Una caricia alternada de labios y mejillas consumó aquel instante, con un cierto aire ceremonial y la firme convicción de cultivar una amistad..

Nos volveremos a ver...


(basado en las notas de mi libreta personal. Sabado 26 de Enero. 2008)

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