MEMORIAS Y ECLIPSES

lunes, 22 de septiembre de 2014

***** AQUEL VIAJE *****



Hace algunos años, en un foro de poesía conocí a una mujer andaluza, sevillana, que comenzaba sus andanzas con las letras. Sus poemas y prosas no eran perfectos gramaticalmente hablando, pero tenía algo que te atrapaba, por sus experiencias vividas. Escribía oculta, había que releer sus obras para entender y comprender con que dureza, la vida le había tratado. Sus sentimientos, su dolor, traspasaban todos los sentidos, y muchos no entendieron porqué ese desahogo ni a quién iban dirigidas todas sus letras. Encontré su secreto guardado. Escondido en letras que lloraban y de ahí, salió una amistad que aún hoy continúa. Ya han pasado años. Ella cambió. De la noche a la mañana dejó de escribir de sus sentimientos, y se volcó en una poesía y prosa más fresca, cómica, cotidiana, intentado dejar atrás ese vacío y haciéndonos partícipes a los que la leemos, de su día a día. Cualquier tema ella lo lleva a su terreno, lo desgrana, le da vida, cosas insignificantes, pequeños detalles, momentos, los hace grandes, por la naturalidad con la que describe, por su toque innato andaluz. Esta prosa, se que para ella es especial, Rosa (Eli para los amigos), por los recuerdos que siguen en su memoria.He corregido lo posible. No todo, porque si fuera así, entonces perdería esa "esencia única" que caracteriza a Rosa, y dejaría de ser lo que ella plasma. Porque el arte andaluz... que lleva en la sangre, ella, lo transporta a las letras.Os dejo esta prosa, que espero que disfrutéis de mi andaluza y amiga    Rosa Martínez.






AQUEL VIAJE

Hay momentos en la vida, que quedan grabados para siempre. Un día decidí hilvanar esos recuerdos en mi memoria, y cuando llegase el momento, coser-los en un papel, para que ustedes lo leyesen. Como dije antes, hay momentos en la vida, que por muchos años que pasen no se te olvidan, como pasó aquel años, cuando por primera vez viajamos en tren, toda la familia. Los siete.

Viajar en tren, antes era alucinante, a pesar de esos asientos tan incómodos,de llevarte horas y horas, viendo los cruces de las vías, de paradas en los pueblos, de aldeas.... No como ahora, que en una hora te corre España entera, cómodamente, sentada en un asiento confortable y con televisión incluida, pero como aquel viaje que hicimos todos juntos, no habrá ninguno.

Mi padre, no había un día que no dijese -"no me gustaría morirme sin ver antes, a mis hermanos, todos juntos"- Esa frase, era rara la vez que de la boca de mi padre no saliese.

Tenía cinco hermanos, esparcidos por el mundo. Desde que se separaron no se había visto. Mi padre se quedó huérfano de madre, apenas era un zagal. Él, se hizo cargo de tres de sus hermanos y de su padre (le faltaba una pierna). La hermana pequeña, se la llevó su tía, y la mayor se fue con una familia a trabajar de sirvienta con ellos. Con el tiempo, conoció a mi madre, y en menos de seis meses, juntaron sus cosas y se casaron.
Sus hermanos se casaban, tenían hijos, entonces mandaban a alguien para que les escribiesen y nos mandaran sus fotos. No sabían ni leer ni escribir, pero eso no quitaba que estuvieran en contacto unos con otros. Siempre había una postal o una carta, felicitándonos en las navidades.
Un día nos dijo.-" Cualquier día, me lío la manta a la cabeza, y nos vamos a ver a mis hermanos"-

Aquel año, en una de esas felicitaciones, había unas letras mal escritas de una de sus hermanas, se despedía. Le habían diagnosticado leucemia. Mi padre lloraba como un niño chico, escuchando la voz de mi hermano leyéndole aquella carta. En esa época, yo tendría unos 13 o 14 años, y trabajaba como asistenta sirviendo en una casa (era el trabajo que había). A pesar, de no sobrarnos casi nada, mis padres tenían algo de dinero guardao "por si las moscas".

Mi padre trabaja 10 o 12 horas diarias. Se llevaba la comida en el canasto y no volvía hasta la noche, menos el sábado, que trabajaba sólo medio día. Algunos domingos trabajaba haciendo chapuzas (trabajo extra), para guardar algo de dinero. Ese día del sábado, lo esperábamos sentados alrededor de la mesa como siempre. Era día de cobro y siempre nos traía pescado frito, patatas y unas aceitunas, acompañado de una botella de vino o de cerveza para la comida. mientras nos contaba cosas de él, de sus hermanos.

Recuerdo aquel día que estábamos todos esperándolo sentados, mi madre cambiándose de un delantal limpio y ansiosa de que mi padre entrase por aquella puerta. No llegaba y mi madre no hacía otra cosa que asomarse al balcón por si lo veía venir. Justamente, cuando mandaba a uno de mis hermanos, en busca de él, entraba por la puerta.

-"¡Niño! ¿`por qué has tardao? Ya me tenías preocupá."- . Mi padre, muy contento y a la vez nervioso, nos decía:-"Os tengo una sorpresa. Niña, siéntate que tengo que contarte algo."-

-"Bueno, me siento, pero dame el dinero pá guardarlo no vaya a sé que se te caiga y lo pierdas".-

-"Niña, tengo que daros una sorpresa, nos vamos la semana que viene a Andorra.".-

Mi madre, creía que venía algo contentillo, por haber tomado algún vinito o unas cervezas, pero cual fue su sorpresa que cuando puso el "sobre" en la mesa, no había dinero, sino billetes para el tren.-"¡Toma, esto era lo que quería decirte!"-- Imaginaros la cara de mi madre y los gritos que daría pá que se enterase todo el vecindario, cuando no vio el dinero y é, l le dijo:- Saqué siete billetes de tren. Nos vamos unos días a ver a mi hermana.-

-¡¿Quéeeeee?! ¡Tú no estás bueno de la cabeza! ¿Te has gastao todo el dinero en los billetes?¿ Cómo voy a pagar a Florito, el de la tienda? ¿Al Diterio? ¿Al de los muertos?....
¿Y tu trabajo? ¿Y el trabajo de la niña?".-

- Tranquila mujé, son sólo unos días. Hable con el encargao y con mi jefe y me guardaran el sitio. Con el trabajo de la niña, no te preocupes,que hay muchas casas pá servir.

Toma, con este dinero que me ha sobrao, le pagas a Florito el de la tienda, compra comida pá el viaje y los demás que esperen hasta la vuelta...-

Ya no había remedio. El dinero ya no se lo devolverían. Recuerdo todavía las miradas que mi madre le echaba a mi padre, eran puñales jajaja... Mi madre se llevaba bien con las vecinas, pidió una maleta para meter la ropa de todos. Mi hermano el chico, se tenía que subir, para que se pudiera cerrar la maleta jaja. Aquella noche, nadie durmió.

Llegó el día. Apenas había amanecido y allí estábamos dos horas antes a lo que había que añadirle la hora de retraso que llevaba el tren. Mi madre, era muy precavida y quería estar antes (por si las moscas), para que no perdiésemos el tren; mi padre, contento y radiante con cara de satisfacción de no haberlo hecho antes, mi madre con cara de preocupación, pensaba lo que se dejaba y lo que se podía encontrar. De vez en cuando, miraba a mi padre con cara de quererlo ahogar. Aquellas horas se nos hicieron interminables, nerviosos, estábamos desesperao, ansiosos, esperando subir a ese tren los siete, la maleta, tres bolsas de jerséis (por si hacía frío),y algunos tebeos, la talega llena de bocadillos y el bolso de mi madre ( que no soltaba ni pá rascarse) lleno de medicinas y 200 pesetas. Ahh, y el búcaro pá que no pasáramos sed en el viaje. Tal como se iba acercando la hora, mi madre nos decía: -" Niños, si tenéis ganas de hacer algo, hacerlo ahora que después cuando esteis reventando, tendréis que aguantarse hasta que lleguemos".-

Por fin, se escuchaba a lo lejos ese pitío tan esperao. ¡Mama! ¡Papa! ya viene, ya viene el tren, dijimos gritando. Y al verlo acercarse todos nos miramos contentos. Yo a mi padre, no le quitaba ojo de encima, lo veía tan contento, tan radiante que no cabía en él. Todos estábamos nerviosos, por fin subíamos al tren. Era un vagón de tercera clase, tenía una capacidad para ocho personas, los asientos eran de madera, (los de segunda de skay). Había un compartimento encima de los asientos para poner las maletas. Ese compartimiento, le sirvió a mi hermano el más pequeño pá dormir, mientras los otros correteaban o veían tebeos. Mi padre, cada dos por tres, le hacía carantoñas (caricias)a mi madre haciéndole ver que estaba contento, mientras ella parecía que se le había quitao el enfado, aunque no las preocupaciones.

Yo asomaba la cabeza por la ventana y veía cruzarse las vías, montones de sensaciones pasaban por mi cabeza. Después de dos horas, el tren paraba; justo al lado había una fuente. Mi padre quiso bajar a llenar el búcaro, y de camino estirar las piernas. Alguien se le adelantó y se puso a llenar de agua una garrafa y cuando el llenaba nuestro búcaro, justo el tren pitaba y la voz de mi madre se escuchaba: -¡Corre Juan, corre! Deja eso que el tren se va.- El tren se marchaba lentamente mientras nosotros mirábamos nerviosos y expectantes por la ventanilla, como mi padre se subía. Mi madre, atacá de los nervios y cuando lo vio subío al tren, sopló y dio un jipío que le salía desde las mismísimas entrañas.

-¡Niño, no se te ocurra má bajarte de ésto hasta que no lleguemos.¿que quieres? ¿que nos perdamos a mitad del viaje?.-

- No niña, sólo quería que tuvierais agua y yo estirar un poco las piernas. El viaje es largo y los niños beben mucho.-

-¡Anda niños, sentarse que vamos a comer algo! Mi madre sacó de la talega los bocadillos,no antes de ponerle la inyección de insulina a mi hermana, era diabetica y tenía que ponérsela antes de comer. Hasta le enseñaron a poner inyecciones a la pobre. Antes las jeringas eran de cristal, con las agujas gordas (no tienen nada que ver con las de ahora). La llevaba reliada en una pequeña toalla en el bolso.

Con la barriga llena y esos vaivénes nos quedamos dormidos en el asiento excepto mi hermano pequeño al que lo subía a ese compartimento pá que se durmiera. Llegó el revisor, y mi padre le preguntó cuanto faltaba pá que llegásemos a nuestro destino, el cual, le dijo, que todavía faltaba una hora. Esa hora estuvo más nervioso y más pensativo. Llegamos y no veíamos a nadie, excepto un muchacho que se nos acercaba y nos preguntaba por mi padre. -"Soy Antonio, hijo de su hermana María. Ella no ha podido venir porque sabía que erais muchos y no cabríamos todos en la furgoneta. Ella os espera ansiosa con los brazos abiertos".-

Y así fue. Aquel encuentro fue acogedor. Nunca olvidaré aquel momento en que mi padre abrazaba a su hermana, con lágrimas en los ojos, muy apretados, como queriendo estar siempre así y no queriendo separase. Estuvieron todo el día y toda la noche hablando de ellos hasta el día siguiente que fueron a buscar a su hermano. El recibimiento y la acogida fue expectante, cariñosa e inolvidable también. Se llevaron dos días y dos noches sin separarse, hablando y recordando cosas. José, trabajaba como albañil en una empresa, le pidió que se quedase más tiempo y que el se encargaría de que le diesen trabajo unos días y se pudiese llevar algo de dinero pá la vuelta. Una de mis primas trabajaba en una cooperativa de frutas, intervino por mí y allí me coloqué, colocando las frutas en unas cajas de cartones. Un trabajo que para mí, significaba mucho, pues era el único trabajo que conocía que no era de limpiar váter y los suelos o servir a los señores. Ïbamos por unos días y nos quedamos todo un mes. Aquel viaje no lo hicimos en balde. "No hay mal que por bien no venga". Ganamos un dinero los dos trabajando. Mi padre vio a su hermana y a uno de sus hermanos, aún le quedaban otros tres hermanos por ver. Prometieron que no pasarían tanto tiempo sin verse de nuevo y así fue, a los pocos años se reunieron todos los hermanos, pero ésta vez, faltaba aquella hermana que fuimos a ver.
   Aquel día, mi padre, lloraba a lagrimas vivas.. de pena y de alegría.


                                                                 Rosa Martínez


(vídeo e imagen tomada de la red, derechos de autor a quien correspondan)



4 comentarios:

  1. Yo no conocía este relato Onice, ¡es tan emotivo!... tiene un encanto especial, igual que su autora.

    Gracias a las dos.

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  2. No sé que pasa k no puedo comentarte en tu bñog sobre esa prosa, pero aqui te dejo un comentario....Cuando vi en FACEBOK que habías publicado una prosa mía en tu blog no sabía que decir, me he llevado media hora en escribirte un mensaje agradeciéndote el detalle de publicar esta prosa que significa mucho pá mi. Aunque te parezca mentira se me borro del blog, espero que este no se me borre. Me encanta la foto de la estación de Sevilla, aunque ya la han cambiado un poco jejejej pero antes era así cuando por vez primera nos montamos en ese tren. El video es precioso. Gracias amiga por esas correcciones que haces que mis prosas den vida. Es feo jurar, pero yo lo hago y deciros a los que me lean…que fue una etapa de mi vida que nunca olvidare. Un día mi padre de nuevo empezaba a contarnos, (a mis hijas y aní) sus batallitas y le dije…EHHHH QUE ESA BATALLITA LO SABEN MUCHAS GENTES jajajajaj gracias que lo publique. Ahora hace tres años que murió, en mis brazos, él ya no podrá contar sus batallitas pero aquí estoy yo pa contar mis vivencias con ÉL. Gracias ONICE POR PUBLICARLA Y POR AGUANTARME TODOS ESTOS AÑOS .BESOTES

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  3. hermosa prosa Eli, Me encanto, de principio a fin, la naturalidad de tu pluma, como destila emociones, como se refleja la belleza y la nobleza de tu alma es un enorme privilegio poder leerte. Gracias por compartirla, Un beso. Te quiero

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  4. yo creo que me queda poco por decir, ya he dicho en el inicio de esta entrada.... Pero hoy, que he estado arreglándola y volviendo a leer... he podido visualizar cada detalle y sensación que dejas de esos recuerdos que se mantienen vivos en la memoria, y ahora, aquí también.Entrañable, cálida, y más aún porque yo se de sobra que esto es así, y que para tí, cada experiencia vivida en aquel viaje, ha dejado su huella dulce en tu mente.
    Ahora, espero encontrarte más por aquí y que sigas haciéndonos partícipes de tus vivencias. Un abrazo.

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