Chet Baker, trompeta y vocal.
Paul Bley, piano.
Un legado majestuoso, el que nos dejan Chet y Bley, de esos que te pellizcan por las entrañas y te retuercen en una especie de tensión placentera, que sentimos cuando las notas caen
y nos invaden por dentro.
Sin alardes de virtuosismo ni exploraciones, aquí no hay nada de eso ni lo requiere, sólo sencillez, belleza, sentimiento encima de la mesa, música desnuda en estado puro.
Chet está realmente destrozado, muy deteriorado físicamente y en una fase de su vida bastante crítica. Esto fue grabado en 1985 y publicado el mismo año de su fallecimiento en 1988. Este estado se refleja en su tocar y nos muestra un Baker menos cool pero más lírico, desbordando nostalgia, resignación y tristeza a cada nota, como si nada más le quedara.
Y Bley... Bley habita en otra dimensión.
Otra dónde lo que aquí es sublime, allí parece ser lo natural y habitual.
Bley da luz y esperanza a la melancolía de Chet, a cada respuesta del diálogo que mantienen
ambos músicos en armonía serena, como si se tratara de una conversación sincera entre dos amigos.
Dónde el piano parece alentar y reconfortar cada lamento de la trompeta.
Cream de la cream.
(Comentario publicado en el foro de Jazzitis por Sonry)
Sin lugar a dudas, este tipo de intervenciones en el blog las disfruto al máximo, pues la oportunidad de ampliar horizontes en el espacio musical, siempre será, de alguna manera, el emprender una odisea.
ResponderEliminarAmigo, en verdad me he deleitado con esta entrada, cuyas letras; bien nos describen, develan y preparan para la experiencia venidera, abriéndonos la puerta a esa aventura emocional que entre piano y trompeta, nos han sido ofrendadas aquí.
Buen escrito, maravillosa música.
Gracias por esto amigo Sonri.