Cierra los ojos y siente en tu cuello,
el sabor de la huella de mi memoria.
Oye, el susurro de nuestros iris,
el lenguaje del corazón que por nuestra
visión se escapa rozándonos el alma.
Cierra los ojos. Que mi voz quede guardada
en tu boca. En éste tiempo, en estas décadas
que arropan la edad infinita de recuerdos.
Deja la luz. Acércate a la oscuridad.
Dónde el sentido de la vista se pierde...
¡Ahí! Dónde la piel tiene su abecedario,
dónde el sentimiento, solo se desmaya,
con el bullicio de nuestras palpitaciones...
Abre los ojos mientras los labios se funden
en la influencia simétrica de nuestras ánimas.
Donde el beso, fijo en las miradas, se disloca
y se retuerce, se vuelve verso... Se vuelve agua.
Extendamos la vista ahora y oigamos temblar
nuestros cuerpos, los sonidos enlazados
que en el aire, siembran su ternura al alba...
Cierra los ojos y siente en tu cuello,
el olor de la luna llena que abraza tu aliento.
El cosquilleo de las olas de mar, en mis dedos.
El abrazo de la primavera que hay en mis besos.
Cierra los ojos y que siempre en tu memoria
las luces despiertas invadan en tu boca,
mi "yo" en tu carne. Así, sabrás como te amo.
Como piedra o roca que subsiste en la vida,
invencible en la altura de nuestras miradas,
dónde nuestra pasión, dejada a su suerte, es devorada.
Cierra los ojos y siente el calor de esta huella,
la que acaricia nuestros pensamientos,
en una sola y única respiración. ¡Respira de ella!
De esta piel entregada, que como flor
se abre a la luz y plenitud de esta alianza eterna.
Cierra los ojos.
Nuestras almas son...
Son una sola huella.
Onice © Todos los derechos reservados.
Ludovico Einaudi pianista y compositor de esta pieza, que acompaña hoy aquí a mis letras. Su música es, todo poesía.
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