Cuando
el oro fundido, afinado,
se
transforma en joya delicada
y
sus engarces, cobran luz, vida,
como
un sol dorado absoluto…
Cuando
el atardecer alza sus ojos
en
su límpido oficio, y regala
pájaros,
nubes, lunas de plata
en
vivos colores púrpuras…
Cuando
las manos se descalzan
en
jardines de fragancias etéreas
y
los dedos, en su transparencia,
se
adhieren firmes a la verde tierra…
¡Suena
la sinfonía más dulce!...
Cuando
nuestros párpados se cruzan
y
en su similitud se extasían,
al
roce, de unas notas de piano.
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