MEMORIAS Y ECLIPSES

lunes, 24 de noviembre de 2014

Dispuesto a abandonar la Tierra.

Sumido aún en las oníricas esferas, escuché un repique intruso quebrantando las sinuosas melodías que albergaba mi conciencia. Me pregunté entonces,
 -¿Qué sonido es ese?
 y sobresaltado, yo mismo respondí:
 -No es un sonido de este mundo, es la señal!
 -Debo abrir los ojos ya! Ha venido el amanecer.
Así, abandoné mi refugio. Así, comencé la travesía que me habría de llevar donde las aves son regentes y  las miradas se posan cuando existe un anhelo.

Helios  asomaba humilde entonces, Y  tras hacerme corpóreo de nuevo
y cumplir con los  rituales  habituales de tal condición, recurrí a la sangre, esta me condujo en una negra bestia con estampa de Leon, entrañas albinas y  visos de plata fulgente. Tomé rumbo al norte.

Los minutos transcurrieron presurosos y tras un fugaz encuentro con mi “dominar” (hebreo) tuve que dimitir ante la idea de buscar  la atmósfera en su compañía.
Un alto en el camino, luego otro y un par de movimientos para armonizar el espacio y el tiempo…

Helios ahora, abandonaba su modestia y se mostraba  anuente ante la dádiva celeste, sin duda, resuelto a  complacer mis ambiciones.
El adalid se mostró entonces, como era de esperarse ostentaba alas sobre su frente, un afable  proceder y la confianza propia de quien durante años ha visto el mundo con ojos de pájaro.  Varios segundos fueron allí congelados para siempre, varias siluetas del “Halcon” y de “Urracos” también, los dos conocidos del cielo, y aquella de alas blancas y pseudónimo de pez.

Bien pronto nos decidimos elevarnos. Tomamos el impulso necesario y
Luego:
 - Adiós a la Tierra y… añil por doquier…


Al frente de la aventura mi sangre,
 en mi espíritu la satisfacción,
sobre las alas el viento,
en las vísceras un parvo contoneo.

La montaña y la llanura,
los reflejos en el agua,
 la isla, el parque y las criaturas,
todos bien abajo,
todos sobre el mundo,
 y yo, ausente de él.




Me adelanté entonces y tras calcar en mi retina los paisajes nuevamente,
 posé la mirada en el frente. Cabalgando sobre el viento…
 levanté y me deslicé.
El tiempo es corto cuando dejas el mundo, así, una hora, no lo es.

Me aproximé a la montaña con cautela y buscando las líneas decliné después,
procurando situar las albas estrías delante. El  escarlata y el amarillo asintieron y de nuevo, sobre el mundo me posé. 


(17 -11-2014)

1 comentario:

  1. Abandonar la tierra por un espacio pequeño... abrir las alas,..liberarnos.. y que la bestia que hay en nosotros mismos. se evada del mundo y tan sólo sea mero espectador.. la sensación de libertad... de ver la vida desde otro ángulo.. y porqué no, dejar que Helios en su carro de luz, nos eleve hasta esa luz.... dónde todo lo observamos...ajenos al mundo.
    un abrazo.

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