Sumido aún en las oníricas esferas, escuché
un repique intruso quebrantando las sinuosas melodías que albergaba mi
conciencia. Me pregunté entonces,
-¿Qué sonido es ese?
y sobresaltado, yo mismo respondí:
-No es un sonido de este mundo, es la señal!
-Debo abrir los ojos ya! Ha venido el
amanecer.
Así, abandoné mi refugio. Así, comencé
la travesía que me habría de llevar donde las aves son regentes y las miradas se posan cuando existe un anhelo.
Helios asomaba humilde entonces, Y tras hacerme corpóreo de nuevo
y cumplir con los rituales habituales de tal condición, recurrí a la
sangre, esta me condujo en una negra bestia con estampa de Leon, entrañas
albinas y visos de plata fulgente. Tomé
rumbo al norte.
Los minutos transcurrieron presurosos
y tras un fugaz encuentro con mi “dominar” (hebreo) tuve que dimitir ante la
idea de buscar la atmósfera en su compañía.
Un alto en el camino, luego otro y un
par de movimientos para armonizar el espacio y el tiempo…
Helios ahora, abandonaba su modestia y
se mostraba anuente ante la dádiva
celeste, sin duda, resuelto a complacer
mis ambiciones.
El adalid se mostró entonces, como
era de esperarse ostentaba alas sobre su frente, un afable proceder y la confianza propia de quien
durante años ha visto el mundo con ojos de pájaro. Varios segundos fueron allí congelados para
siempre, varias siluetas del “Halcon” y de “Urracos” también, los dos conocidos
del cielo, y aquella de alas blancas y pseudónimo de pez.
Bien pronto nos decidimos elevarnos.
Tomamos el impulso necesario y
Luego:
- Adiós a la Tierra y… añil por doquier…
Al frente de la aventura mi sangre,
en mi espíritu la satisfacción,
sobre las alas el viento,
en las vísceras un parvo contoneo.
La montaña y la llanura,
los reflejos en el agua,
la isla, el parque y las criaturas,
todos bien abajo,
todos sobre el mundo,
Me adelanté entonces y tras calcar en
mi retina los paisajes nuevamente,
posé la mirada en el frente. Cabalgando sobre
el viento…
levanté y me deslicé.
El tiempo es corto cuando dejas el
mundo, así, una hora, no lo es.
Me aproximé a la montaña con cautela y
buscando las líneas decliné después,
procurando situar las albas estrías delante.
El escarlata y el amarillo asintieron y de
nuevo, sobre el mundo me posé.
(17 -11-2014)
Abandonar la tierra por un espacio pequeño... abrir las alas,..liberarnos.. y que la bestia que hay en nosotros mismos. se evada del mundo y tan sólo sea mero espectador.. la sensación de libertad... de ver la vida desde otro ángulo.. y porqué no, dejar que Helios en su carro de luz, nos eleve hasta esa luz.... dónde todo lo observamos...ajenos al mundo.
ResponderEliminarun abrazo.